Ahora como erudito, ahora como tonto,
Así aparecen en la tierra...
¡Los hombres libres! ".
Poema indio.
" Los que buscan felicidad no la encuentran porque no entienden que el objeto de su búsqueda es el que busca. Decimos que son felices los que se han "encontrado en sí mismos" porque el secreto de la felicidad está en el antiguo dicho:" Conviértete en lo que eres". Debemos hablar en paradoja porque pensamos estar separados de la vida y, para ser felices, debemos unirnos a ella. Pero ya estamos unidos y todas nuestras acciones son sus acciones. La vida nos vive, nosotros no vivimos la vida. Pero de hecho no hay ningún "nos" aparte de la vida que así la vida puede "vivir". No es que seamos instrumentos pasivos de la vida, como creen los fatalistas, porque sólo podríamos ser herramientas pasivas si fuéramos otra cosa que vida. Si uno se imagina a sí mismo separado de la vida, en guerra con ella, imagina ser su herramienta pasiva y por lo tanto es infeliz.

Inevitablemente, la búsqueda de libertad espiritual nos lleva a ese antiguo acertijo. Porque, se preguntará, ¿ no es la aceptación total de la vida simplemente el fatalismo más completo?, ¿No significa la enorme sensación de irresponsabilidad que surge del conocimiento de que no sólo nuestras acciones y circunstancias, sino también nuestros mismos pensamientos y sentimientos, son los actos de la vida o del destino, y da lo mismo que dejemos de preocuparnos por ellos?. El fatalismo es la doctrina del total sometimiento del hombre al destino, pero siempre se plantea una extraña objeción: "Si todo el mundo creyera que todos sus pensamientos y acciones están inevitablemente preordenadas por el destino, entonces la gente se comportaría exactamente como desea". En otras palabras ¡se haría peligrosamente libre!

Para el fatalista, cuando se nos presenta una elección de acciones, nuestra decisión no está determinada por un acto libre de la voluntad sino por el número indecible de factores que componen nuestro ser en ese momento: impulsos hereditarios, reflejos instintivos, educación moral, etc..
En cambio, para la filosofía oriental la relación entre uno mismo y la vida, el destino, ya no es una cuestión de impulsado e impulsor, de agente pasivo y de poder activo. La experiencia del hombre se hace completa cuando ve la actividad de la vida como un todo en él mismo como es ahora, cuando comprende que no hay ninguna diferencia entre sus propios pensamientos y acciones como son en este momento y la naturaleza del universo. No es que la vida lo esté haciendo pensar y moverse como cuando uno tira de las cuerdas de un títere, es antes bien que los pensamientos y acciones del hombre son al mismo tiempo sus propias creaciones y las creaciones de la naturaleza impersonal. La volición del hombre y la actividad de la naturaleza son dos nombres para una y la misma cosa, porque las acciones de la vida son las acciones del hombre y las acciones del hombre son las acciones de la vida.

Extracto del libro de Alan Watts: "EL SENTIDO DE LA FELICIDAD". Editorial IBIS.