lunes, 1 de junio de 2009

MEDITAR: EJERCICIO INICIÁTICO.

Meditación. Con esta etiqueta se pueden comprender y practicar varias cosas: como ejercicio de recogimiento y de interiorización destinado a penetrar en el contenido profundo de un texto o de una imagen sagrados. Se puede meditar para reavivar y regenerar la fe tradicional. Sin duda que todo esto es bueno. Pero la meditación puede y debe ser otra cosa muy distinta: el instrumento de apertura al Ser esencial. De esta forma, el sentido de la meditación es el ejercicio iniciático.
Iniciar significa: abrir la puerta del misterio. Nosotros mismos somos ese misterio en nuestro Ser esencial, ya que es la manera en que la Vida divina vive en nosotros y en todas las cosas y que tiende a tomar forma en el mundo a través de nosotros. El Ser esencial no es una simple idea, o un simple objeto en el que hay que creer. Tampoco es el producto de una imaginación piadosa. Es el contenido de una experiencia que no tiene solamente valor empírico, sino carácter de revelación.
El ejercicio y la vida iniciática buscan la unidad con el Ser esencial. Pero este Ser esencial no es “algo” que se pueda encontrar como si fuera un objeto. Está, al igual que toda trascendencia, más allá de lo alcanzable. El carácter sobrenatural y la fuerza transformadora de las experiencias hacen presentir lo que nosotros llamamos Ser esencial. Pero a pesar de ello, Este sigue siendo un misterio, que se retira y enmudece cuando el hombre intenta llegar a El. Toda fe religiosa implica una actitud de abandono del corazón, en la cual, y porque no se intenta descifrar el misterio, éste habla. Unirse al Ser esencial es unirse al misterio. En primer lugar, el hombre debe ser capaz de soportar que el mundo en que vive desaparezca en la noche de su conciencia para que le llegue la luz del gran secreto. Hasta el umbral de esta experiencia, el camino es largo: los contactos o experiencias del Ser, cuya fuerza cambia totalmente al hombre y le transforma por un momento, no deben llevarnos a engaño: son solamente un paso en el gran camino.
Aquí sólo se tratará de la meditación como ejercicio iniciático orientado a abrir paso al Ser esencial y a una vida que Le permita tomar forma en el mundo. La meditación y la vida meditativa son la respuesta obediente a la gran metanoia. Porque “metanoia” significa más que el paso de una existencia egocéntrica a una vida altruista, generadora de amor. Implica desprenderse de una existencia cuyo único fin son las necesidades, exigencias y belleza del mundo profano, para llegar a la libertad de una vida orientada exclusivamente hacia la manifestación del Ser divino.
Gracias a una experiencia recibida con seriedad, la apertura a ese Ser esencial, es el acontecimiento capital de nuestra época, mediante el cual la nueva era ocupa el lugar de los tiempos modernos. Ese es el momento en que el hombre no siente ya la llamada a una vida conforme a la exigencia divina como un deber impuesto desde fuera, sino como la realización de una promesa que ha despertado en él. Una vida de acuerdo con lo divino no es una ideología que deja posibilidad a una alternativa. Es, para el hombre, la realización del verdadero Sí. En esta realización no todos tienen parte. Sin embargo, es mucho mayor de lo que ordinariamente se piensa el número de aquellos cuya madurez alcanza el umbral de este paso. Ellos piden un guía que les conduzca hacia la total realización del Sí.
Según se avanza en la evolución iniciática, se produce una revolución total en la conciencia de lo real. Concierne a la realización entre la pequeñez y la finitud humanas y la grandeza infinita del Ser. Al desarrollar sus capacidades racionales, el hombre ha arrojado al terreno de las creencias fáciles la realidad sobrenatural. Sentirse, en el universo, un minúsculo grano de polvo, no le implica dejarse llevar por la megalomanía de su conciencia racional. A pesar de lo cual ésta empieza hoy a tambalearse. Del progreso iniciático nace una humildad totalmente distinta del sentido de la propia pequeñez en el seno del cosmos explorado, porque la realidad de una infinita grandeza se manifiesta a la nueva conciencia. La participación de la finitud humana en esta grandeza infinita se convierte así en la grandeza del hombre. La conciencia de su unidad con esta realidad le abre, en un sentido totalmente nuevo, a una experiencia, a un conocimiento, y a la realización de sí mismo.
MEDITAR QUIERE DECIR TRANSFORMARSE. Y aquel hombre que vivía sólo según su naturaleza, mirando, sobre todo, hacia un mundo contingente, se transforma en un hombre nuevo, conscientemente anclado en su Ser esencial. Es libremente su testimonio en el mundo por medio del conocimiento, la creación y el amor.
MEDITACIÓN: APERTURA AL SER ESENCIAL.
Extracto del libro de Karlfried Graf Dürckheim: “Meditar por qué y cómo. Hacia la vida iniciática”.

4 comentarios:

  1. ¿sabes?, tímidamente, pero empiezan a tener sentido para mí estas ideas, y me encanta leerte, gracias por acercarnos estas revelaciones. Un beso

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  2. Y gracias a tí Cristina por tus palabras tan amables. ESte autor fue el primero que me tocó el alma, y aunque a veces sea algo díficil de leer, no deja nada del alma humana en el trastero, te lleva luz allí donde antes había oscuridad, y su vida misma es un ejemplo de lo que dice.
    Un abrazo.

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  3. Hola Amigo, paso a saludarte y felicitarte por la progresión de tu blog. Un abrazo de paz.

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  4. Gracias Marcos, otro abrazo amigo, y que todo fluya hacia niveles de más felicidad.

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