viernes, 12 de junio de 2009

¡POR FIN VACACIONES!

Hola a todos, esta misma tarde me marcho de vacaciones dos semanas. Hasta la vuelta no podré contestar a vuestros comentarios...Nos vamos toda la familia a Cantabria:
Espero disfrutar de sus paisajes y su gente. Aquí en el sur necesitamos ver verde, respirar a hierba, por eso nos vamos al norte, que me encanta.
Un abrazo a todos y hasta pronto.

jueves, 11 de junio de 2009

LA FE DEL ABANDONO.

“Conoce Eso con lo que, al conocerlo, conoces todo lo demás”. Texto del Vedanta.
La fe no es creencia ciega y por cierto no es mera afirmación intelectual a la proposición de que Dios existe. Ni es confianza en que la vida resultará “bien” a pesar de sus tribulaciones. La fe no es esperanza. Desde un punto de vista la fe es la cosa más ilógica del mundo: es confianza en la vida debido a sus tribulaciones. Es el sentido del amor y la sorpresa ante el misterio de un Dios que es el Creador y Destructor a la vez, amor y terror, vida y muerte, ángel y demonio, sabio y tonto, hombre y gusano. Están aquellos que preguntan por qué se debe esperar que tengan fe de un carácter tan incondicional en un universo que coge con una mano lo que da con la otra.

Porque la verdad es que simplemente sin fe nos estamos dando continuamente de cabeza contra una pared inmóvil. Ningún autoengaño, ninguna treta de la razón o la ciencia, ninguna magia, ningún grado de confianza en uno mismo puede hacernos independientes del universo y permitirnos eludir su aspecto destructivo. El dolor es un hecho que por mucha voluntad que ponga la teología no puede justificar con promesas y disculpas por su existencia en un universo de cuyo Dios se dice que es “amor”. Al mismo tiempo, ninguna aceptación de la vida, por grande que sea, puede eliminar nuestro fundamental horror del dolor en sus formas más extremas. Pero, aun así, la fe no puede ser nunca fe real si es tibia, si pensamos que no es más que una cuestión de la “mejor política”, del mejor medio para hacer un tanto más tolerable una situación intolerable.
Dios, la vida, el universo mantienen sus dos aspectos como sea que tratemos de pensar en ellos, y siguen su juego en todo su amor y su crueldad. Fe significa que nos damos al juego absoluta y completamente, sin imponer condiciones de ninguna clase, que nos abandonamos a Dios sin pedir nada a cambio, salvo que nuestro abandono a El pueda hacernos sentir más agudamente la alegría de Su juego. Este abandono es la libertad del espíritu.
Esta es la única promesa que puede hacerse por la fe, ¡pero qué promesa! Significa que participamos del éxtasis de Su creación y Su destrucción, y experimentamos el misterio y la libertad de Su poder en todos los aspectos de la vida, tanto en las cumbres del placer como en los abismos del dolor. Puede parecer ilógico, pero aquellos que alguna vez han compartido este misterio tienen una gratitud que no conoce límites y pueden decir de nuevo que Dios es Amor, aunque con un significado completamente nuevo.
Extracto del libro de Alan Watts: “EL SENTIDO DE LA FELICIDAD”. Editorial Ibis.

lunes, 1 de junio de 2009

MEDITAR: EJERCICIO INICIÁTICO.

Meditación. Con esta etiqueta se pueden comprender y practicar varias cosas: como ejercicio de recogimiento y de interiorización destinado a penetrar en el contenido profundo de un texto o de una imagen sagrados. Se puede meditar para reavivar y regenerar la fe tradicional. Sin duda que todo esto es bueno. Pero la meditación puede y debe ser otra cosa muy distinta: el instrumento de apertura al Ser esencial. De esta forma, el sentido de la meditación es el ejercicio iniciático.
Iniciar significa: abrir la puerta del misterio. Nosotros mismos somos ese misterio en nuestro Ser esencial, ya que es la manera en que la Vida divina vive en nosotros y en todas las cosas y que tiende a tomar forma en el mundo a través de nosotros. El Ser esencial no es una simple idea, o un simple objeto en el que hay que creer. Tampoco es el producto de una imaginación piadosa. Es el contenido de una experiencia que no tiene solamente valor empírico, sino carácter de revelación.
El ejercicio y la vida iniciática buscan la unidad con el Ser esencial. Pero este Ser esencial no es “algo” que se pueda encontrar como si fuera un objeto. Está, al igual que toda trascendencia, más allá de lo alcanzable. El carácter sobrenatural y la fuerza transformadora de las experiencias hacen presentir lo que nosotros llamamos Ser esencial. Pero a pesar de ello, Este sigue siendo un misterio, que se retira y enmudece cuando el hombre intenta llegar a El. Toda fe religiosa implica una actitud de abandono del corazón, en la cual, y porque no se intenta descifrar el misterio, éste habla. Unirse al Ser esencial es unirse al misterio. En primer lugar, el hombre debe ser capaz de soportar que el mundo en que vive desaparezca en la noche de su conciencia para que le llegue la luz del gran secreto. Hasta el umbral de esta experiencia, el camino es largo: los contactos o experiencias del Ser, cuya fuerza cambia totalmente al hombre y le transforma por un momento, no deben llevarnos a engaño: son solamente un paso en el gran camino.
Aquí sólo se tratará de la meditación como ejercicio iniciático orientado a abrir paso al Ser esencial y a una vida que Le permita tomar forma en el mundo. La meditación y la vida meditativa son la respuesta obediente a la gran metanoia. Porque “metanoia” significa más que el paso de una existencia egocéntrica a una vida altruista, generadora de amor. Implica desprenderse de una existencia cuyo único fin son las necesidades, exigencias y belleza del mundo profano, para llegar a la libertad de una vida orientada exclusivamente hacia la manifestación del Ser divino.
Gracias a una experiencia recibida con seriedad, la apertura a ese Ser esencial, es el acontecimiento capital de nuestra época, mediante el cual la nueva era ocupa el lugar de los tiempos modernos. Ese es el momento en que el hombre no siente ya la llamada a una vida conforme a la exigencia divina como un deber impuesto desde fuera, sino como la realización de una promesa que ha despertado en él. Una vida de acuerdo con lo divino no es una ideología que deja posibilidad a una alternativa. Es, para el hombre, la realización del verdadero Sí. En esta realización no todos tienen parte. Sin embargo, es mucho mayor de lo que ordinariamente se piensa el número de aquellos cuya madurez alcanza el umbral de este paso. Ellos piden un guía que les conduzca hacia la total realización del Sí.
Según se avanza en la evolución iniciática, se produce una revolución total en la conciencia de lo real. Concierne a la realización entre la pequeñez y la finitud humanas y la grandeza infinita del Ser. Al desarrollar sus capacidades racionales, el hombre ha arrojado al terreno de las creencias fáciles la realidad sobrenatural. Sentirse, en el universo, un minúsculo grano de polvo, no le implica dejarse llevar por la megalomanía de su conciencia racional. A pesar de lo cual ésta empieza hoy a tambalearse. Del progreso iniciático nace una humildad totalmente distinta del sentido de la propia pequeñez en el seno del cosmos explorado, porque la realidad de una infinita grandeza se manifiesta a la nueva conciencia. La participación de la finitud humana en esta grandeza infinita se convierte así en la grandeza del hombre. La conciencia de su unidad con esta realidad le abre, en un sentido totalmente nuevo, a una experiencia, a un conocimiento, y a la realización de sí mismo.
MEDITAR QUIERE DECIR TRANSFORMARSE. Y aquel hombre que vivía sólo según su naturaleza, mirando, sobre todo, hacia un mundo contingente, se transforma en un hombre nuevo, conscientemente anclado en su Ser esencial. Es libremente su testimonio en el mundo por medio del conocimiento, la creación y el amor.
MEDITACIÓN: APERTURA AL SER ESENCIAL.
Extracto del libro de Karlfried Graf Dürckheim: “Meditar por qué y cómo. Hacia la vida iniciática”.